Pedro y sus compañeros han pasado toda la noche trabajando sin éxito y, aún peor, sin obtener resultados. ¡Cuántas veces nosotros también experimentamos esa misma sensación! Nos esforzamos en la familia, en el apostolado, en la evangelización, en la vida laboral… y, sin embargo, a veces sentimos que todo ha sido en vano. Nos invade el desánimo y nos preguntamos si realmente vale la pena seguir intentándolo.
En ese momento de vacío, aparece Jesús con una palabra clave: “Navega mar adentro y echen las redes”. Nos pide confiar, aunque la lógica humana nos diga que no hay nada más que hacer.
¿Qué hermoso mensaje nos deja el Evangelio? ¡Confiar! Pero, tristemente, vivimos en una sociedad donde la confianza se ha debilitado. Ya no confiamos en nadie, ni siquiera en la Iglesia, porque sentimos que nos ha fallado. Sin embargo, desde la psicología, confiar implica un acto profundo de seguridad emocional, cognitiva y relacional que nos permite depositar nuestra fe en algo o en alguien. Ese Alguien es Jesús.
Pedro decide confiar en Él: “Si Tú lo dices, echaré las redes”. No dice: «Vamos a intentarlo otra vez porque algo habremos hecho mal», sino que basa su acción en la palabra del Señor. Y cuando confía, ocurre el milagro: las redes se llenan de peces más allá de toda expectativa.
El Señor no elige a los más perfectos, sino a quienes, con humildad, reconocen su fragilidad y ponen su confianza en Él. Dios transforma nuestro cansancio en misión, nuestro fracaso en oportunidad y nuestro desánimo en esperanza.