Nadie es inmune al encanto del chisme ni a sus efectos destructivos. El chisme o murmuración es el pecado de decir palabras malignas a espaldas de alguien. Cuando el apóstol Pablo advierte a los efesios contra las habladurías maliciosas, utiliza la palabra griega "sapros" (σαπρός), que significa "podrido" o "corrupto" (Ef 4,29), referido a la fruta podrida o al pescado en descomposición.
El libro de los Proverbios, en particular, nos previene contra este defecto humano tan extendido: "Las palabras del chismoso son como golosinas, bajan hasta las entrañas" (Pr 18,8); o también: "Revela secretos, el chismoso" (P 20,19). El autor de los Proverbios reconoce así el atractivo de la murmuración, la dificultad de resistirse a ella, su profundo impacto en nuestras conciencias y el disimulo que la acompaña.