En Pentecostés, el Espíritu rompe el miedo y la cerrazón de los discípulos: puertas cerradas, corazones bloqueados, temor al diferente… Y, de pronto, irrumpe como viento fuerte y fuego, derribando muros y encendiendo corazones. El Espíritu Santo nos impulsa a salir, a comunicar, a amar. Transforma a aquellos hombres temerosos en misioneros audaces. Su mensaje