Préstame, Madre, tus ojos,
para mirar con bondad y pureza,
sin juzgar ni criticar,
porque si con ellos miro,
descubriré el bien
en cada persona
y me acercaré a Dios.
Préstame, Madre, tus labios,
para rezar con humildad y amor.
Si con ellos oro,
mi oración subirá al cielo
como perfume agradable
y Jesús la escuchará con ternura.
Préstame, Madre, tus brazos,
para trabajar con amor y entrega.
Que en cada tarea
ponga servicio y esfuerzo,
como lo hiciste en Nazaret,
para que mi trabajo
dé fruto abundante.
Préstame, Madre, tu manto,
para cubrir mi debilidad
y mis pecados.
Préstame, Madre a tu Hijo,
para que lo ame
con todo mi corazón.
Si me llevas a Él,
encontraré la felicidad eterna.
Amén.