La Palabra de Dios nos regala una frase revolucionaria de Jesús: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian” En el fondo perdonen. ¿Perdonar? – Alguno dirá: ¡Nunca!
El perdón es un acto profundo que trasciende la lógica humana. No se trata de olvidar el daño recibido ni de justificar la injusticia, sino de liberarse del peso del resentimiento y la ira. Perdonar no es señal de debilidad, sino una muestra de fortaleza interior y generosidad de espíritu, que solo puede ser logrado junto a Jesucristo.
A menudo, el dolor y la traición nos hacen creer que, si perdonamos, perderemos parte de nuestra identidad o nos haremos vulnerables. Aferrarse al rencor nos esclaviza y nos impide vivir plenamente el presente. La falta de perdón no solo perpetúa el sufrimiento, sino que también nos priva de la paz interior.
El verdadero perdón no es solo la ausencia de rencor, sino un acto de amor que nos permite soltar el pasado y mirar hacia el futuro con esperanza. No siempre es fácil, pero es necesario para alcanzar la verdadera reconciliación contigo y con Dios.
Perdonar no cambia el pasado, pero transforma el presente y abre la puerta a un futuro más pleno, libre de las cadenas del resentimiento.