Señor Jesús,
yo también me encuentro hoy ante Ti,
como aquella mujer,
con mis pecados a la vista,
con mi historia entrelazada de pecados,
esperando tu mirada y tu perdón.
No me gritas,
no me avergüenzas.
No me condenas.
Solo me miras con ternura.
Señor Jesús,
te pido que enséñame
a mirar como Tú,
a soltar la piedra antes de herir,
a perdonar con la humildad.
Gracias, Señor,
porque tu misericordia no expone,
sino que acoge.
Porque no me dejas en mi pecado,
sino que me levantas.
Y porque siempre, siempre,
me dices al corazón:
“Yo tampoco te condeno. Vete en paz”.
¡Gracias Señor Jesús!