El Papa León XIV afirmó este sábado, durante la catequesis jubilar, que el Adviento no es una espera pasiva, sino una oportunidad para involucrarnos activamente en el plan de Dios. Al recordar la primera llegada de Jesús y prepararnos para su retorno, subrayó que la Navidad nos muestra a un Dios que nos invita a comprometernos: «Esperar es participar», señaló.
Añadió que, cuando Cristo vuelva definitivamente, «viviremos unidos para siempre con Él, con nuestros hermanos y con toda criatura, en un mundo transformado y renovado». Durante la audiencia jubilar, el pontífice insistió en que esta implicación de Dios en nuestra historia se hace visible especialmente en el presente, lo que consideró la tercera venida de Jesús, además de la histórica y la futura.
Tras su reciente viaje a Turquía y al Líbano, retomar la catequesis permitió al Santo Padre destacar que Dios actúa en lo cotidiano, y que los laicos tienen un papel fundamental para reconocer su presencia y responder con fe en medio del mundo. «No basta con observar desde lejos; estamos llamados a entrar en la realidad, con sus desafíos y sus bellezas», explicó.
Recordó que en el nacimiento de Jesús queda claro cómo Dios integra a las personas en su obra: María, José, los pastores, Simeón, Ana, Juan Bautista, los discípulos y todos los que se encuentran con Él son invitados a participar. «Es un privilegio enorme, y al mismo tiempo desconcertante: Dios nos hace parte de su historia y de sus sueños».
León XIV insistió en que nadie puede transformar el mundo solo, ni siquiera Dios lo hace sin nosotros. La auténtica esperanza del Adviento se vive caminando juntos como «peregrinos de esperanza» hacia su venida definitiva. Por ello, recordó que el lema del Jubileo no es solo una frase motivadora, sino un estilo de vida que implica caminar, esperar y actuar.
Para ejemplificarlo, evocó la figura de Alberto Marvelli, joven italiano del siglo XX, ingeniero y miembro de la Acción Católica, quien entregó su vida al servicio de los más pobres durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de morir con solo 28 años, su testimonio demuestra que «servir al Reino produce alegría incluso en medio del peligro».
Finalmente, el Papa invitó a examinar nuestra vida: ¿Ponemos nuestras capacidades al servicio del bien? ¿Miramos desde la lógica del Reino o solo nos quejamos? «A veces, una simple sonrisa revela la gracia que llevamos dentro», expresó. Y concluyó recordando que Dios no está distante: «Lo descubrimos en Jesús, Dios-con-nosotros, en la realidad concreta. Hay que buscarlo con mente, corazón y con las manos dispuestas a trabajar».

