Desde sus primeros años en Valdocco, Don Bosco intuyó que su misión no se limitaba a cuidar a los jóvenes, sino a convocarlos a descubrir su vocación. Esta convicción, que marcó toda su vida, continúa hoy como una urgencia pastoral para quienes queremos acompañar a las nuevas generaciones en el arte del discernimiento.
Don Bosco no fue solo un maestro de oratorio, sino un auténtico cultivador de vocaciones, de esas que nacen en la vida cotidiana.
Para Don Bosco, Dios llama con libertad. El joven es libre de responder o no, pero también es responsable de buscar con seriedad el proyecto de vida que Dios le propone. Desde la experiencia personal de sueños, dudas, amistades y acompañamiento, Don Bosco fue descubriendo su camino.