¿De qué discutían por el camino?”, es la pregunta de Jesús. Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que habían discutido quién era el más importante. ¡Qué vergüenza! diríamos hoy día. Los que caminamos con Jesús ¿estamos de verdad preocupados de presuntuosas ambiciones? ¡Dios quiera que no! Pero, si era esta la situación de hace dos mil años, hoy nos puede pasar lo mismo. Por eso el Papa Francisco resaltó “sin amor no somos nada, sin amor buscamos puestos”.
¿Quieres ser el primero?
En el evangelio Jesús les responde de manera clara y concreta. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: – Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Jesús cuando quería dar una enseñanza contaba una parábola, un cuento, o pedía una moneda. Jesús en este Evangelio pone en medio a un niño para enseñarles la lección del servicio. Un niño no tiene prejuicios ni ambiciones ni estatus social ni puede pagar el bien que le hacen. Depende totalmente de los demás y ama sin condiciones. Y así es Dios, amor sin condiciones para todos.
El niño es el símbolo de la sencillez, de transparencia, de servicio gratuito, nos invita a vivir sin dolo, sin avaricias, sin ansias de poder, compartiendo la vida de los demás, sus sufrimientos. Y es entonces que Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles.
¿Estamos cerca de Jesús?
¿Por qué la pregunta de si estamos cerca de Jesús? Los apóstoles estaban físicamente muy cerca de Jesús, pero espiritualmente estaban muy lejos. Le acompañaban con la maleta llena de ambiciones humanas. Le escuchaban, pero eran seducidos por las ambiciones del mundo. Por ello hablaban de quién debía estar cerca del Maestro.
Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan ambiciones. Para seguir los pasos del Maestro y parecernos a él debemos aprender dos actitudes: ser el servidor de todos y acoger a los pequeños e indefensos.