Leemos en el Evangelio que Jesús mira a las personas con amor. Su mirada no es curiosa ni crítica. Él quiere ver los actos maravillosos de cada persona y observar la belleza de una anciana que ofrece una limosna.
Jesús denuncia las actitudes de los escribas: personas que buscan prestigio, reconocimiento y poder. Les advierte sobre aquellos que solo desean aparentar, aquellos que buscan la aprobación de los demás más que la de Dios.
¿Qué nos quiere enseñar Jesús con esta imagen? Dos lecciones importantes:
La autenticidad vale más que la apariencia
Jesús nos muestra que lo importante no es cuánto damos o cómo nos ven los demás, sino la sinceridad con la que actuamos. La viuda no tenía mucho, pero dio todo. Este es un llamado a ser coherentes, a no preocuparnos tanto por lo que los demás piensen de nosotros.
En el mundo de hoy, donde las redes sociales y las apariencias suelen valer más que las verdaderas intenciones, Jesús nos recuerda que lo que realmente importa es lo que llevamos en el corazón.
¿Qué cosas hacemos para agradar a otros o para sentirnos aceptados? ¿Cuántas veces aparentamos para encajar, para ser populares o para recibir elogios? Jesús nos dice hoy que Él mira el corazón; para Él, lo que cuenta es nuestra autenticidad.
La grandeza de las pequeñas decisiones
La viuda nos enseña que la grandeza no está en hacer cosas espectaculares, sino en hacerlas con amor y generosidad. A veces pensamos que para lograr algo grande debemos esperar un momento especial, pero la verdad es que Dios actúa en los detalles más pequeños.
¿Cómo puedes tú ser grande en las cosas pequeñas? Quizá ayudando a quien necesita, tomando decisiones honestas y desinteresadas.
“No cuentan las apariencias –explicó el Papa–, lo que cuenta es la capacidad de mirar a la cara a la persona que nos pide auxilio.”