Nadie está exento de sentir atracción por el chisme ni de sufrir sus consecuencias negativas. Muchas veces, esta práctica brota de heridas interiores no sanadas. Por ello, es vital contar con herramientas espirituales, especialmente bíblicas, que nos ayuden a resistir la tentación.
El chisme —o murmuración— consiste en hablar mal de alguien a sus espaldas. San Pablo, en su carta a los efesios, advierte sobre este comportamiento utilizando el término griego sapros (σαπρός), que significa «corrupto» o «podrido» (Ef 4,29), una palabra usada para describir alimentos en descomposición.
El libro de los Proverbios también pone en guardia contra esta tendencia: “Las palabras del chismoso son como dulces bocados que penetran hasta lo más profundo del ser” (Pr 18,8), y “El chismoso revela secretos” (Pr 20,19). Estos versículos reflejan cuán seductora puede ser la murmuración, el daño que causa y su naturaleza oculta.
Tipos de chisme y lo que no lo es
Matthew C. Mitchell, en su libro Resisting Backbiting (2015), distingue tres clases de murmuración:
Difusión de rumores sin verificar su veracidad (ej.: “Dicen que abandonó a su esposa”).
Divulgación de verdades vergonzosas (ej.: “Insultó a su padre”).
Profecías negativas sobre otros (ej.: “Seguro no pasará el examen”).
No todo intercambio de información constituye chisme. Hablar con un psicólogo, confesor o figura de autoridad para buscar guía, o informar sobre conductas que requieren corrección (como en el caso de padres o docentes), no es murmuración, pues se hace con una intención constructiva y responsable.
El juicio injusto detrás del chisme
Con frecuencia, el chisme nace de un corazón predispuesto a juzgar y desvalorizar. Sin embargo, la Biblia nos exhorta repetidamente a no emitir juicios apresurados. Jesús nos advierte: “No juzguéis para no ser juzgados, pues con la misma medida que uséis, seréis medidos” (Mt 7,1). San Pablo también instruye a los corintios a no emitir juicios prematuros, sino a dejar que sea el Señor quien revele las intenciones del corazón (1 Co 4,5).
Ocho estrategias para evitar caer en la murmuración
Para mantenernos alejados del chisme y vivir en la caridad, se proponen estos ocho consejos prácticos:
Reflexiona antes de hablar: Pregúntate si dirías lo mismo con la persona presente. Si no lo harías, guarda silencio.
Destaca lo positivo: Ante la tentación de criticar, haz el esfuerzo de reconocer algo bueno en esa persona.
Habla con intención edificante: Procura que tus palabras fortalezcan al prójimo en su camino de fe y crecimiento espiritual.
Refuerza la fe: Sustituye la crítica por palabras que impulsen a la santidad.
Dirige la conversación hacia Dios: Cuando presencies errores, corrige con caridad o intercede por esa persona en la oración.
Comparte buenas noticias: En un ambiente saturado de negatividad, esfuérzate por difundir esperanza.
Ejercita la gratitud: Un corazón agradecido tiene menos espacio para la crítica y el juicio.
Recurre al sacramento de la reconciliación: Confesar este pecado permite recibir perdón y fortaleza para no recaer.
Un llamado a la unidad
Luchar contra la murmuración es, en el fondo, una lucha por preservar la unidad entre los creyentes. Jesús expresó con claridad su anhelo: “Todos sabrán que sois mis discípulos si os amáis los unos a los otros” (Jn 13,35). Por eso, trabajar por la caridad en nuestras palabras y relaciones es un compromiso que vale todo esfuerzo.