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EL PAN DEL ALMASemanario Dominical
domingo, 12 octubre 2025 / Published in Para Reflexionar

La cultura de la inmediatez

Habitamos un mundo acelerado que no se detiene a pensar, reflexionar o contemplar. La cultura de la prisa ha fomentado un estilo de vida superficial, dominado por la búsqueda de gratificaciones instantáneas y marcado por un profundo vacío existencial que genera una insatisfacción constante. Detenernos se ha vuelto una necesidad urgente, al igual que recuperar la capacidad de recorrer caminos largos y vivir procesos lentos.

¿Cuántas veces hemos sentido la urgencia de responder un mensaje de WhatsApp sin pensarlo? ¿O hemos comprado algo impulsivamente con un clic, aun sabiendo que no lo necesitábamos? ¿Cuántas veces nos ha irritado que un pedido no llegue en el plazo prometido de 24 horas?

Esta cultura de lo inmediato nos ofrece satisfacción instantánea, pero detrás de esa apariencia placentera se esconde una realidad preocupante. Según Manuel Martínez-Sellés, catedrático de Medicina y autor de Verdades incómodas para personas autónomas (Rialp, 2025), existe una relación directa entre esta cultura y el aumento de trastornos mentales, así como de problemas físicos, digestivos y cardiovasculares.

El especialista explica que la búsqueda constante de recompensas rápidas y el uso excesivo de pantallas favorecen la ansiedad, el insomnio, el estrés crónico y otros trastornos del sueño. Cuando el cerebro se acostumbra a ciclos cortos de placer y no los obtiene, reacciona con malestar.

Los “likes”, notificaciones y estímulos digitales activan los mecanismos cerebrales de recompensa, liberando dopamina y reforzando el deseo de repetir el mismo comportamiento una y otra vez. “Las plataformas digitales no están diseñadas para nuestro bienestar, sino para mantenernos enganchados”, advierte Martínez-Sellés.

Sin embargo, este fenómeno no se reduce a lo tecnológico. Detrás está la pérdida de valores sólidos y la ruptura con nuestras raíces culturales. Buscamos llenar el vacío interior con remedios superficiales que proporcionan alivio inmediato pero pasajero. Así surge la cultura de la inmediatez: una sociedad de individuos que lo quieren todo y lo quieren ya.

Narcisismo y soledad en la era de la imagen

El sacerdote Javier García Rodríguez, delegado de Juventud de la Archidiócesis de Santiago, identifica en esta generación cinco heridas —físicas, psicológicas, afectivas, sexuales y espirituales— estrechamente vinculadas entre sí. Vivimos inmersos en la cultura de la imagen, donde prima la apariencia y el “yo” ocupa el centro. Esta presión por proyectar una versión idealizada de uno mismo genera frustración, culpa y fragilidad emocional.

Según García Rodríguez, muchos jóvenes temen el silencio y la soledad, por lo que buscan distracciones constantes. En una sociedad sin valores firmes, los sustitutos vacíos se convierten en norma. Esto deriva en un consumismo desmedido y una dependencia emocional hacia los dispositivos.

Hoy se ha absolutizado el sentimiento: lo importante no es “ser”, sino “sentir” y “experimentar”. Este narcisismo impide amar verdaderamente, pues se tiende a poseer al otro en lugar de entregarse. La herida más profunda, sin embargo, es la espiritual: una generación que ha perdido a Dios y, con Él, el sentido trascendente de la existencia.

Recuperar referentes y el valor del sacrificio

Para revertir esta cultura superficial, es esencial recuperar referentes auténticos y revalorizar el sacrificio. Los padres deben ser modelos que acompañen a sus hijos en el crecimiento, dejando atrás la “adolescencia perpetua”.

El filósofo Jorge Freire destaca que el sacrificio es el antídoto frente a la impulsividad: “Te sacrificas por algo más grande que tú mismo; eso da sentido y eleva la mirada más allá del yo y de la recompensa inmediata”.

Tiempo, reflexión y trascendencia

Pese a la alienación actual, el ser humano conserva su anhelo de profundidad, de bien y de verdad. Por ello, Martínez-Sellés propone recuperar el pensamiento crítico, la lucidez, la fidelidad y el respeto a los mayores. Actividades lentas como la lectura, el aprendizaje de un instrumento o los paseos tranquilos ayudan a cultivar la paciencia y la tolerancia a la frustración.

La raíz más profunda de esta crisis, no obstante, es espiritual. Recuperar la trascendencia significa reencontrarse con Dios, fuente de plenitud y sentido. García Rodríguez lo resume así: “No estamos llamados a ser nuestra mejor versión, sino imagen de Cristo”. Solo Él puede sanar el corazón humano y devolver estabilidad en medio del caos.

La pereza: un mal moderno

Paradójicamente, cuanto más veloz avanza el mundo, más se extiende la pereza. Freire observa que la impaciencia y la indolencia son caras de una misma moneda: personas incapaces de esperar, pero también de actuar. “Nada cansa más que la pereza”, señala, pues quien no se mueve termina entumecido tanto física como moralmente.

El valor del silencio

El ruido constante invade todos los espacios, incluso las tiendas, donde la música busca evitar la reflexión y acelerar las compras. El filósofo Jorge Freire subraya que el silencio nos enfrenta a nosotros mismos, a nuestra conciencia y a nuestra finitud. En una sociedad que huye del vacío, detenerse y guardar silencio se convierte en un acto de resistencia y de libertad.

Solo quien se atreve a parar puede redescubrir su rumbo y reconciliarse con su propio ser.

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