Señor Jesús, Maestro y Amigo,
enséñanos a orar como tú orabas:
con humildad, con confianza, con amor.
Que cada palabra nuestra sea un eco de tu presencia en el corazón.
Haz que, en medio de las ocupaciones diarias,
sepamos detenernos a escucharte como María,
que eligió la mejor parte,
porque comprendió que estar contigo es lo más importante.
Ayúdanos a amarte más,
no solo con los labios, sino con toda la vida.
Que nuestra oración no sea rutina, sino encuentro;
no sea obligación, sino deseo profundo de estar contigo.
Enciende en nosotros un amor verdadero,
que transforme el alma y se derrame en servicio.
Jesús, tú lo eres todo:
nuestra paz, nuestra fuerza, nuestra esperanza.
Amén.