El Pan del Alma

"Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia."

2 Timoteo 3:16

El Pan del Alma

"Todo se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza."

Romanos 15:4

El Pan del Alma

"La Palabra de Dios penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, juzga los pensamientos y las intenciones del corazón."

Hebreos 4:12

El Pan del Alma

"Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca."

Mateo 7:24

Domingo XXIV Semana Tiempo Ordinario Ciclo B

El sufrimiento nos desconcierta. Dios nos ha creado para la felicidad. Su gozo es que el hombre viva. Su plan consiste en invitarnos a trabajar juntos para construir la ‘civilización del amor’.

Pero, hasta que la historia no llegue a su término y el pecado, individual y social, siga ‘marcando’ nuestras vidas, será imposible caminar hacia Dios sin enfrentar dificultades, sacrificios y sufrimientos. Jesús sufrió mucho; y para seguirlo, debemos renunciar a nosotros mismos y cargar a cuestas nuestra propia cruz.


Lectura del libro de Isaías (50,5-9ª)

El Señor me abrió el oído. Y yo no me resistí, ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que tiraban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como roca, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca: ¿quién me denunciará? Comparezcamos juntos: ¿quién me va a acusar? ¡Que venga y me lo diga! Sepan que el Señor me ayuda, ¿quién podrá condenarme? Palabra de Dios.


Salmo responsorial (114)

CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR.

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí,
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida».

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó.

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.


Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,14-18)

¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de ustedes les dice: “Dios los ampare; abríguense y llénense el estómago”, y no les da lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe. Palabra de Dios.


Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35)

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los pueblos de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos. “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron: “Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Pedro le contestó: “Tú eres el Mesías”. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días”. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”. Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará”.

Palabra del Señor.

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