Encontramos la conmovedora historia de Bartimeo, un ciego que, al escuchar que Jesús pasaba cerca, gritó con insistencia: «Hijo de David, ten compasión de mí».
Una ceguera espiritual profunda
Lo notable del ciego Bartimeo no es solo su ceguera física, sino su profundo deseo de ver. A menudo, nos encontramos espiritualmente ciegos, incapaces de ver las maravillas que Dios realiza en nuestra vida diaria. Como señala el Papa Francisco, «la fe nos ayuda a ver la realidad con ojos diferentes, nos hace comprender que la vida no termina aquí, que estamos llamados a una eternidad de encuentro con el Señor». Así como Bartimeo reconoció a Jesús en su oscuridad, también nosotros debemos clamar por su misericordia y pedirle que nos permita ver con los ojos de la fe.
La perseverancia de Bartimeo
A pesar de que muchos intentaban callar a Bartimeo, él perseveró en su grito, demostrando una fe inquebrantable. Jesús se detuvo, lo llamó y le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Esta pregunta, que parece tan sencilla, nos recuerda que Dios quiere saber qué necesitamos, quiere escucharnos, y está dispuesto a responder. El Papa Francisco también nos dice que «Dios nunca se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón». Bartimeo, con humildad y confianza, respondió: «Maestro, que pueda ver». Hoy, nosotros también podemos pedir a Jesús que nos cure de nuestras cegueras, que nos ayude a ver con claridad su voluntad en nuestras vidas.
Un verdadero milagro
Bartimeo decidió seguir a Jesús. Aquí está el verdadero milagro: no solo recuperó la vista física, sino que su vida cambió por completo. El Papa Francisco nos invita constantemente a seguir a Jesús, a salir de nuestras comodidades y miedos, para caminar con Él y ayudar a los demás. Hoy, como Bartimeo, somos llamados a dejar todo lo que nos impide ver claramente, a saltar hacia Jesús y a seguirlo por el camino del amor, el servicio y la fe.