Una mañana histórica en el Vaticano
El 7 de septiembre, el Papa León XIV presidió en la Plaza de San Pedro la Santa Misa y la canonización de los beatos Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, quienes desde ahora son reconocidos como santos. Alrededor de 70.000 personas asistieron presencialmente, mientras que cientos de miles siguieron la ceremonia a través de las redes sociales.
El llamado a seguir a Cristo
El pontífice inició su homilía recordando la invitación del Señor a seguirle “hasta el final”, un compromiso que los nuevos santos encarnaron plenamente. Acutis y Frassati aceptaron con alegría la “aventura de Dios”, dejándose guiar por el Espíritu y renunciando a todo apego que les impidiera escuchar su Palabra.
Santos jóvenes, ejemplo para todos
El Papa subrayó que, aunque muchos santos son recordados como grandes figuras, todo comenzó con un “sí” entregado a Dios en la juventud. Así, tanto Carlo como Pier Giorgio son presentados como inspiración, sobre todo para los jóvenes, a vivir con intensidad, mirar hacia lo alto y hacer de la existencia una verdadera obra maestra.
Pier Giorgio Frassati: alegría, caridad y compromiso
Recordó especialmente el testimonio de Frassati, caracterizado por su alegría cristiana, su oración constante y su servicio generoso. Era tan habitual verlo llevando ayuda a los necesitados que sus amigos lo apodaron la “Empresa de transportes Frassati”. Para él, la fe no era una devoción privada, sino un compromiso social y político que lo llevó a desgastarse en favor de los pobres.
Carlo Acutis: fe cotidiana y sencilla
Al hablar de Acutis, el Papa destacó la importancia de su familia, la escuela, los sacramentos y la parroquia en su formación cristiana. Desde niño integró en su vida diaria la oración, el deporte, el estudio y la caridad. Sus frases reflejaban una fe viva y cercana: “Cuando nos ponemos ante Jesús en la Eucaristía, nos convertimos en santos” o “La felicidad es mirar a Dios, la tristeza es mirarse a uno mismo”.
La espiritualidad compartida
Tanto Carlo como Pier Giorgio cultivaron su amor a Dios a través de prácticas sencillas, accesibles a todos: la Misa diaria, la oración, la adoración eucarística y la confesión frecuente. Ambos tenían además gran devoción por la Virgen María y por los santos, y ejercían la caridad mediante gestos pequeños pero concretos.
El testimonio en la enfermedad
El pontífice recordó también que, a pesar de la enfermedad que marcó el final de sus vidas, ninguno de los dos dejó de amar, de ofrecerse a Dios y de rezar por los demás. Sus actitudes frente al sufrimiento son hoy un ejemplo de confianza y entrega.
Una fórmula de santidad
El Papa concluyó que los nuevos santos nos invitan, especialmente a los jóvenes, a no desperdiciar la vida, sino a vivirla en plenitud con Dios como centro. “Si tienes a Dios en el corazón de todas tus acciones, llegarás hasta el final”, afirmó León XIV, presentando esta sencilla fórmula como clave de la santidad.
Oración por la paz
Tras la canonización y durante el rezo del Ángelus, el Papa pidió la intercesión de la Virgen y de los nuevos santos por la paz en el mundo, en particular en Tierra Santa y Ucrania. Advirtió que las victorias militares son engañosas, pues solo generan destrucción y nunca verdadera seguridad. Con firmeza proclamó: “Dios no quiere la guerra. Dios quiere la paz. Y acompaña a quienes rompen la espiral del odio para recorrer el camino del diálogo”.