Muchos santos han recordado su bautismo con gran devoción, considerándolo un momento fundamental en su vida espiritual.
Comencé a pertenecer a Dios
«El día de mi bautismo – escribe Santa Teresa del Niño Jesús – fue el día más hermoso de mi vida porque en ese momento comencé a pertenecer a Dios.» San Francisco de Sales también subrayó la importancia de este sacramento: «Recordar nuestro bautismo nos debe llenar de gratitud, pues es en ese momento cuando nos convertimos en miembros vivos del cuerpo de Cristo.»
El Papa San Juan Pablo II, por su parte, recordó siempre con cariño su bautismo, que tuvo lugar en Wadowice y expresó: «Aquí todo comenzó. Aquí fui incorporado a Cristo y recibido en la comunidad de su Iglesia.»
Dios preparó grandes cosas
Para Don Bosco, el bautismo era el inicio del camino hacia la santidad. En sus oratorios, recordaba a los jóvenes que, gracias a este sacramento, eran amados por Dios y llamados a vivir una vida santa. Les decía:
«El día de tu bautismo fue el día en que Dios comenzó a preparar grandes cosas para ti. Vive de manera que honres ese don.»
¿Recordamos y vivimos de acuerdo con nuestro Bautismo?
El bautizado es coherente
El Papa Francisco ha hablado en numerosas ocasiones sobre cómo vivir el bautismo como un llamado constante a la fe y a la santidad. Él enseña: «El día de tu bautismo Dios te abrazó para siempre, como hijo suyo. Vive con la alegría y la gratitud de pertenecerle.»
El bautizado está llamado a ser luz del mundo y sal de la tierra. Esto implica vivir una vida coherente con los valores del Evangelio, ser testigos del amor de Cristo y anunciarlo con nuestras palabras y obras. El Papa Francisco nos anima: «El Bautismo nos da una misión: ser testigos del Evangelio en el mundo. No tengan miedo de vivir como cristianos auténticos.»