Señor Jesús,
Maestro y Amigo,
como el leproso agradecido
quiero volver a Ti.
Tantas veces
me has sanado en silencio,
me has levantado
del cansancio y del miedo,
y yo he seguido mi camino
sin darte gracias.
Hoy quiero detenerme,
postrarme ante Ti
y reconocer que todo lo que tengo
viene de tu amor.
Gracias por tu compasión
que limpia mis heridas,
por tu mirada
que me devuelve la dignidad,
por tu presencia
que renueva mi esperanza.
Hazme vivir siempre
con un corazón agradecido,
que sepa ver tus dones
y proclamar con alegría:
“Gracias, Señor,
porque tu amor me ha salvado.”