Santa Mónica, cuya memoria se celebra el 27 de agosto, fue la madre de San Agustín de Hipona. Es venerada como patrona de las madres y esposas, y ejemplo insigne de perseverancia, paciencia y fe.
Infancia y juventud
Mónica nació en Tagaste (actual Argelia), alrededor del año 332, a unos 100 km de Cartago. Sus padres confiaron su educación a una mujer piadosa y estricta. Ella les enseñaba disciplina incluso en cosas pequeñas, como no beber entre comidas, para evitar caer en vicios al llegar a la adultez.
De joven, Mónica no siempre fue obediente: comenzó a tomar vino a escondidas, hasta que un obrero la llamó “borracha” en medio de una discusión. Esa humillación la marcó profundamente, y desde entonces decidió abandonar por completo la bebida. Poco después recibió el bautismo, iniciando una vida de conversión seria y ejemplar.
Matrimonio y familia
Aunque deseaba dedicarse a la oración, sus padres arreglaron su matrimonio con Patricio, un hombre trabajador pero de carácter fuerte, mujeriego y sin fe. Durante 30 años Mónica soportó sus arrebatos y defectos con paciencia. Nunca fue golpeada, pues ella misma decía: “Cuando mi esposo se enoja, yo me esfuerzo por mantener la calma; para pelear se necesitan dos, y yo no entro en la pelea”.
De este matrimonio nacieron tres hijos: dos varones y una mujer. El mayor, Agustín, se convirtió en la gran prueba de su vida. Mientras sus hermanos fueron consuelo, él la hizo sufrir con sus rebeldías y pecados.
Fe y perseverancia
Mónica rezó incansablemente por la conversión de su esposo y de su suegra. En el año 371, Patricio recibió el bautismo, y al poco tiempo falleció reconciliado con Dios.
Por su hijo Agustín derramó innumerables lágrimas y sacrificios. A los 17 años, él se alejó de la fe y se unió al maniqueísmo, lo que aumentó su dolor. Incluso llegó a echarlo de su casa al oírle blasfemar, pero nunca dejó de orar por él. En un sueño consolador, escuchó: “Tu hijo volverá contigo”. También un obispo le aseguró: “Es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Estas palabras sostuvieron su esperanza durante años.
Encuentro con San Ambrosio
Cuando Agustín viajó a Italia, Mónica lo siguió con determinación. En Milán conoció a San Ambrosio, obispo de la ciudad, quien fue clave en la conversión de su hijo. La sabiduría y caridad del santo tocaron el corazón de Agustín, que finalmente, en la Pascua del año 387, recibió el bautismo junto a otros catecúmenos.
Últimos días
Tras este acontecimiento, madre e hijo se dirigieron al puerto de Ostia, preparando su regreso a África. Allí, mientras conversaban sobre la eternidad, Mónica expresó: “¿Qué me ata aún a la tierra? Mi mayor deseo era verte cristiano, y Dios me lo ha concedido”. Poco después cayó enferma y murió con paz a los 55 años de edad, en el año 387.
Legado
Santa Mónica es recordada como modelo de madre cristiana, símbolo de paciencia y confianza en Dios. Su vida enseña que la oración perseverante y el amor firme pueden transformar hasta las situaciones más difíciles.
Fiesta litúrgica: 27 de agosto.

