La Iglesia ha comunicado que en el año 2025 se llevará a cabo la canonización del beato Pier Giorgio Frassati (1901-1925), un joven que, en sus breves 24 años de vida, supo armonizar con admirable equilibrio su entusiasmo por el deporte con una vida profundamente arraigada en la oración y el sacrificio. Durante su beatificación en 1990, san Juan Pablo II lo calificó como “el hombre de las ocho bienaventuranzas”. Aunque pertenecía a una familia próspera, Frassati siempre mostró una profunda empatía hacia los más necesitados, cultivando un corazón puro y totalmente centrado en Dios. Es un verdadero testimonio de virtud heroica.
1. Un corazón sediento de santidad
A pesar de haber nacido en una familia influyente de Turín, Italia, que no era particularmente religiosa —su padre fundó el periódico La Stampa—, Pier Giorgio no se conformó con seguir el rumbo previsto por su entorno. Descubrió en los pobres y enfermos el rostro de Cristo, y comprendió que Dios era la única respuesta auténtica a su vida. Como él mismo expresó: “Vivir sin fe, sin defender un legado, sin luchar por la Verdad, no es vida, sino mera supervivencia”.
2. Espíritu aventurero orientado hacia lo alto
Frassati demuestra que es posible disfrutar intensamente de la vida y, al mismo tiempo, buscar una unión profunda con Dios. Le fascinaban las actividades con amigos, especialmente las excursiones a la montaña. La frase “Verso l’alto” (“Hacia lo alto”) sintetiza su forma de vivir, siempre con la mirada puesta en el Cielo.
3. La redención en el dolor
Murió a causa de una poliomielitis fulminante, probablemente adquirida mientras cuidaba a personas enfermas. A pesar del sufrimiento físico y emocional, Pier Giorgio abrazó con fe su cruz, hallando en el sacrificio y en el dolor compartido con Cristo una fuente de sentido y redención.
4. La Eucaristía, fuente de su fortaleza
La participación diaria en la Eucaristía era su principal alimento espiritual. Se sentía profundamente en deuda con Dios y reconocía su constante necesidad de los sacramentos, que le permitían desarrollar un corazón amplio y generoso. Esta devoción al Santísimo Sacramento inspiraba su labor de servicio hacia los pobres y los enfermos.
5. Devoción mariana profunda
Su crecimiento espiritual también se sostuvo en una gran veneración por la Virgen María. El Rosario era su compañero habitual: lo llevaba consigo a todas partes, listo para rezarlo en cualquier momento. Pier Giorgio no solo lo recitaba con constancia, sino que animaba a otros a unirse en esta oración, convirtiéndose en un verdadero apóstol del Rosario.