Sábado XXX Semana Tiempo Ordinario Ciclo B
Job 19, 1. 23-27
En aquellos días, Job tomó la palabra y dijo:
“¡Ah, si se escribieran mis palabras se escribieran; y se las grabaran en bronce,
si con un punzón de hierro y plomo fueran esculpidas en la roca para siempre.
Porque yo sé que mi Redentor vive y que él, el último, se alzará sobre el polvo. Y después que me arranquen esta piel, yo con mi propia carne, veré a Dios. Sí, yo mismo lo veré, lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño. Ésta es la firme esperanza que tengo’’.
Palabra del Señor
Lectura del santo evangelio según San Marcos 15,33-39; 16,1-6
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Eloí, Eloí, lamá, sabaktaní» (que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Está llamando a Elías». Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: «Veamos si viene Elías a bajarlo». Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión que estaba en frente, al ver cómo había expirado, dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios».
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: «No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí, ha resucitado. Pero este es el sitio donde lo pusieron».
Palabra del Señor.