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EL PAN DEL ALMASemanario Dominical
viernes, 09 mayo 2025 / Published in Para Reflexionar

Retos del nuevo Papa

El nuevo Papa va a pastorear una Iglesia de 1.400 millones de católicos, en un mundo que es bastante distinto al que encontró Francisco al asomarse al balcón de San Pedro en 2013 (tenemos IAs no muy listas pero sí rápidas, drones y robots asesinos, una guerra de trincheras y misiles en Ucrania, una guerra fría y rearme en todo el mundo).

Y muy distinto al que encontró Benedicto XVI en 2005. Los smartphones se volvieron realmente populares (con su acceso ágil a Internet y cámara de fotos y redes sociales) en 2010, durante el Pontificado de Benedicto XVI. Benedicto abrió la cuenta de Twitter del Vaticano y hablaba por Internet con los astronautas de la Estación Espacial, pero un joven de 12 años con smartphone puede acceder, a cualquier hora del día, a todo tipo de ideas, desde pornografía, a yihadismo, nacionalismo imperialista de tal o cual país, propaganda consumista, nihilismo depresivo, tutoriales para cambiar de sexo con ayuda del Estado sin que tus padres se enteren, ideas religiosas alocadas de todo tipos y comunidades o influencers con mensajes simpáticos pero completamente ajenos al cristianismo.

La globalización en los años 90 significaba que adultos que leían el periódico, veían la TV y escuchaban la radio podían acceder a algunas ideas lejanas y peculiares, y contrastarlas con su experiencia, madurez y lecturas, con tiempo, reflexionando.

Globalización hoy es que adolescentes sin criterio son bombardeados de día y de noche, en su móvil, por un algoritmo de Tik Tok que les puede ofrecer lo peor y lo mejor (pero más a menudo lo peor) y les mueve a acciones impulsivas, cuando no compulsivas.

En ese mundo ha de comunicar el Papa y la Iglesia.

Un Papa es un pastor, el pastor de un rebaño de muchos idiomas, culturas y estilos. Es a la vez un gestor (organiza la Iglesia, la Curia, designa obispos) y un comunicador. También es una autoridad ética mundial, al que miran desde muchos países y religiones. En cualquier comité de bioética de un hospital de Singapur o Kazajstán se suelen preguntar «qué dice la Iglesia Católica de este caso». Hay un respeto a su postura… a la de la Iglesia, no a la opinión improvisada de tal o cual Pontífice.

Y el Papa es también un líder diplomático internacional. Es difícil presionar a la Santa Sede: no puedes amenazar con aranceles al Papa. A cambio, se espera que su voz resuene denunciando la injusticia y lo inhumano. El Papa puede mandar un tuit a sus 53 millones de seguidores en X. Quizá aprenda nuevas formas de ser eficaz con las redes.

Otras veces se le pide al Vaticano que su voz no resuene, pero que pacte mejorías y acuerdos razonables en pasillos diplomáticos, que sea mediador para lograr acuerdos discretos.

Como comunicador, el Papa sabe que le van a escuchar distintos públicos: católicos devotos, católicos poco devotos, cristianos de otros tipos interesados en lo que pueden decir los católicos (ortodoxos y protestantes miran con interés las enseñanzas en bioética, sexualidad o doctrina social), agnósticos o ateos interesados en la justicia social y las libertades, personas de otras religiones. Y los enemigos de la Iglesia, que son bastantes y de distintos tipos.

La globalización (estar en todas las culturas, hablar en todos los idiomas) debería ser el punto fuerte que tiene un Papa, apoyándose en las Iglesias locales. Es una fortaleza mundial y local que no tiene un presidente de EEUU, o de China, o un arzobispo de Canterbury.

Pero el gran reto hoy, repetimos, es que cualquier loco, cualquier propuesta (una utopía, una adicción, una distracción) llega al móvil de cualquier persona, con tanta o más fuerza que la voz del Papa o del Evangelio. Incluso los ancianos católicos que en una residencia o en su casa deberían estar preparándose para una buena muerte cristiana pueden estar distraídos con gatitos de Tik Tok, tutoriales de jirafas o soluciones políticas geniales de su partido a temas que no les afectarán porque en dos años estarán rindiendo cuentas a Dios.

La Iglesia juega una partida a nivel mundial, donde la comunicación, la formación y la demografía se combinan, y la Iglesia debería organizar para mejorar en esos tres frentes.

1. El reto de la familia
La herramienta más poderosa del catolicismo para formar, comunicar y crecer en números ha sido siempre la familia cristiana, que engendra hijos y los educa. Unos padres mediocres aportan más amor, estabilidad, confianza y ejemplo que la mejor academia, y durante más tiempo. Francisco ha mencionado además, con frecuencia, la importancia de los abuelos.

Sin familia, no hay fe, ni fieles, ni Iglesia, ni nada.

Pero hoy muchas cosas debilitan a las familias: la anticoncepción, la inmadurez afectiva, la falta de apoyos sociales y de aprecio a la familia y las leyes de divorcio rápido, o las leyes que vacían de sentido el matrimonio. Occidente se llena de hijos únicos que no tienen ni primos ni tíos, y que ven más fácil tratarse con máquinas que compartir espacio con un cónyuge e hijos. Muchos problemas de adolescentes deprimidos combinan la falta de hermanos, las familias rotas y la adicción a las pantallas (más la ausencia de Dios).

Cierto feminismo presenta el matrimonio como un horror. Para la natalidad, es peor no casarse que el divorcio. Parejas sucesivas acumulan relaciones tóxicas. Entre los poco religiosos, hay adolescencias eternas. Entre los cristianos, dificultad para tener casa, conciliar familia y trabajo, faltan apoyos. Las españolas tienen su hijo (solo uno) con 31 años. Dicen que querrían tener dos pero apenas llegan a uno. Y los países envejecidos son poco dinámicos.

Francisco lanzó un Sínodo de la Familia que insistía en que la Iglesia «acompañara» a los novios, luego a los recién casados, a los padres novatos… Queda mucho por avanzar en eso.

2. El reto de la formación
La demografía es lo más importante: no importa lo mediocre o ineficaz que sea un Papa, el catolicismo crece cada año en 12 o 14 millones de católicos, que en su mayoría son niños bautizados en Asia y África y Sudamérica que habrá que escolarizar y educar. La edad media de los africanos hoy es 19 años; la de los europeos es 38. El verdadero gran reto católico es formar y educar en clave cristiana a todos esos niños y adolescentes pobres. Que nadie dude que casi todos, en pocos años, aunque sigan siendo pobres, tendrán un móvil. En el móvil verán jugar al F.C.Barcelona desde Camerún, pero verán también que le ofrecen un dinero por apuntarse a tal o cual guerrilla de bandidos o terroristas. Hoy, como en el s.XIX, el primer gran reto católico es escolarizar a los pobres, darles comida en el comedor escolar (como hace Mary’s Meals), ayudarles a ser adultos de provecho. Y el feminismo bueno, lo que de verdad ayuda a las mujeres, es, simplemente, escolarizar a las niñas pobres.

Religiosas con niños en Sudán del Sur, la escolarización de la juventud africana es una de las claves del futuro católico
Religiosas con niños en Sudán del Sur, la escolarización de la juventud africana es una de las claves del futuro católico

En los países ricos, la formación implica también la transmisión de la fe. El fracaso evangelizador de casi toda la escuela católica en Europa está claro. Los padres delegan en la escuela y la escuela no evangeliza. Los que tienen inquietud espiritual (pocos) buscan por Internet. Con suerte, van a su parroquia o un grupo católico. Sin suerte, caen en sectas o New Age, o en youtubers improvisados.

Algún joven rarito puede ponerse a leer la Summa Teologica o el Catecismo, son gratis en Internet. Pero no es la vía normal. Son las comunidades cristianas (parroquias, colegios, grupos juveniles) las que deberían formar, junto con las familias. Otro reto. Porque para deformar ya hay mucha oferta mundana.

3. El reto de la credibilidad
La Iglesia debe hablar con una sola voz para ser creíble. O muchas voces, pero que no se contradigan unas a otras.

A nivel mundial, es muy potente decir a nuestros amigos no católicos de otros países, con los que chateamos en redes, «esa cosa que preguntas lo explica el Catecismo en tal punto, esa es la postura católica». Si nuestro amigo busca por Internet y ve que cada cardenal dice una cosa distinta y contradictoria, la Iglesia deja de ser creíble. Para seguir a tal o cual pastor, uno se hace protestante y va cambiando de pastor según le apetezca. Una voz unida (con respeto a los matices locales o culturales) da fuerza a la propuesta católica.

La lucha contra los abusos sexuales, y contra los líderes narcisistas y manipuladores, es parte también de la credibilidad. Si la Iglesia no es capaz de ofrecer entornos seguros a los niños, jóvenes y débiles, si no es capaz de castigar y disciplinar a los abusadores, ¿qué credibilidad va a tener?

Eso requiere normas locales eficaces y una cultura de la supervisión (no necesariamente por parte de clérigos, que han demostrado durante décadas ser poco eficaces, cuando no vulnerables a redes de corruptos).

En un mundo de libre debate de ideas, la credibilidad incluye predicadores o maestros cultos, que saben de lo que hablan, o que pasan el micro a los que saben. También en temas de ciencia y fe, de apologética, historia, etc… Una Iglesia creíble sabrá dejar hablar a sus expertos, o usará divulgadores que acerquen a los expertos al público. Porque todas las sectas, todas las otras religiones, todo tipo de herejes antiguos y nuevos, están en Internet compitiendo por la mente y corazón de la gente.

Los curas de hoy no han tenido que argumentar a favor de la Trinidad casi nunca, excepto los que vivan en países musulmanes o quien discuta con Testigos de Jehová. Eso se va a acabar: les van a llegar adolescentes diciendo que han visto un vídeo en inglés o español de «cristianos» que niegan la Trinidad. Lo mismo vale para cualquier otra herejía. El cristiano va a necesitar ser creíble y convincente, dar argumentos, y por supuesto dar buen ejemplo de vida.

La última novedad son las IAs. «Señor cura, señora maestra, ustedes me dijeron tal cosa, pero pregunté a esta IA y me dijo otra distinta…» De nuevo, en la credibilidad se juega todo.

4. El reto de la paz
Hace 20 años, Benedicto XVI, que había sido prisionero de los americanos en la Segunda Guerra Mundial, dedicaba discursos a avanzar en el desarme nuclear y contra las bombas de racimo. No había ya Guerra Fría y parecía una manía de abuelito de la guerra. Ahora, en cambio, países antes pacifistas se vuelcan en comprar minas antipersonas y todos usan munición de racimo y con uranio en Ucrania, mientras el planeta entero se rearma. La causa de la paz ha empeorado, mucho.

Hablar de paz junto con desarme suena inocentón. Pero Cristo ha pedido a los cristianos ser constructores de la paz. El nuevo Papa deberá trabajar eso, y también toda la Iglesia.

La gran herramienta cristiana para construir la paz es el perdón, desconocido en el mundo pagano. La otra gran herramienta es el amor. Una tercera, es la fraternidad cristiana: que los seguidores de Cristo recen juntos y se sientan hermanos, incluso los que antes lucharon en bandos contrarios. La cuarta, es la justicia: previniendo injusticias se previenen guerras. Muchos temas de ecología, doctrina social y justicia social encajarían aquí.

Habrá que buscar más ‘armas de paz’ en esta época de soldados-robot, drones, misiles guiados y matanzas desde lejos, con pantallas, casi de videojuego. Los hombres siempre se han matado: la novedad es que ahora envían robots a matar a sus congéneres.

5. El reto de la libertad
Hay muchas formas de esclavitudes modernas y antiguas. En Asia y África sigue habiendo esclavos por deudas. En Pakistán, liberar un esclavo cuesta 500 euros. En muchos países existen formas de trabajo esclavo. Además, la trata de personas se beneficia de la internacionalización. En EEUU, país adalid de la libertad, una embarazada firma contratos draconianos que la convierten en esclava 9 meses si se ofrece como vientre de alquiler: su bebé se compra y se vende y se descarta si se decide que no es como se quería. Como en la trata de personas, el vientre de alquiler es un negocio que debe combatirse a nivel mundial. El documento «Dignitas Infinita» de abril de 2024 enumera muchos campos que la Iglesia debe trabajar.

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Mundo

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Hay además un contexto especial. China crece más que nunca y es un imperio que cree poco en la dignidad del hombre. Es más fácil que Occidente, África y Rusia imiten a China, que no que China se convierta en un país que respete la libertad y dignidad del individuo. Con la pandemia de 2020 China creyó demostrar al mundo que un control férreo con infinitas cámaras y control del móvil de cada ciudadano es el modelo a seguir. La tecnología moderna da al Estado un poder brutal y sistemático sobre cada individuo. No estamos lejos de un mix de las distopías de 1984 con las de Gattaca. Dignitas Infinita habla de «los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena». La Iglesia tiene que decir al mundo que el modelo de plenitud y florecimiento es Cristo, no el Partido Comunista Chino, no el Imperio Romano, no la máquina que descarta personas como engranajes.

En Occidente, en nombre de la «libertad», algunos se quieren suicidar, otros matan a su hijo no nacido, otros mutilan su cuerpo con cirugías trans… y se multa a quien proteste o disienta, a los padres que intentan proteger a sus hijos, a los médicos que intentan ayudar sin dañar. La Iglesia necesitará buscar aliados por la libertad de conciencia, de expresión, de debate y de religión, frente al mundo woke, que por definición castiga el debate y la argumentación.

6. El reto de la unidad de los cristianos
El mundo se ha hecho pequeño, y en Asia, o en el mundo islámico, mucha gente no sabe distinguir un católico, de un ortodoxo, de un protestante: los cristianos deberían poder ofrecer un mensaje común. En Tierra Santa casi siempre lo consiguen, entre las presiones musulmanas y las judías. En todo el mundo, los 1700 años de Nicea debían ser un impulso al ecumenismo, a la mayor unidad entre los cristianos. Los retos de la bioética, de la defensa de la familia y la libertad para anunciar a Cristo, junto con la experiencia de los cristianos perseguidos, deberían unir más a las iglesias. También las migraciones ayudan a eso: muchas parroquias católicas en España han acogido comunidades de ortodoxos rumanos, ucranianos, etc… En algunos lugares mejora el respeto mutuo entre algunos católicos y algunos protestantes.

Pero, por el contrario, en otros lugares a algunos pastores les sale a cuenta demonizar al otro. En el mundo ortodoxo, sigue el cesaropapismo: Moscú, controlada por su gobierno, choca con Constantinopla, Atenas y Alejandría. Lo nunca visto: los rusos abren misiones ortodoxas en África despreciando al Patriarca de Alejandría, y presumen de ello. Y muchos protestantes liberales asumen doctrinas completamente contrarias a la Biblia sobre la familia, el matrimonio, la sexualidad o la fe. Muchos protestantes conservadores, defensores del no nacido, del matrimonio y la familia, han temido que Roma les había abandonado en una lucha que debe ser mundial y transversal. Los coptos (igual que la inmensa mayoría del cristianismo mundial) no entienden que un documento vaticano anime ahora a bendecir parejas homosexuales. El nuevo Papa puede hacer mucho por sanar esas heridas, mediar y aportar doctrina clara.

Fernández le explicó a Tawadros II que «lo más importante es garantizar que este tipo de bendiciones sencillas, espontáneas y pastorales puedan impartirse también en la calle… y puedan ser recibidas por todos, en cualquier condición».
Vaticano

La Iglesia copta rompió el diálogo con Roma por Fiducia: ahora el cardenal Fernández visita Egipto
También es posible explorar nuevas formas de ejercer el Primado de Pedro. En la práctica, como demuestra este 2025 de Jubileo, funerales papales y Cónclave, ¡todo el orbe cristiano sigue mirando a la Sede petrina!

Por supuesto, entre la unidad cristiana que hay que sanar, está la unidad entre los propios católicos, tema ligado a la credibilidad. También a la gestión de las legítimas diferencias, en temas de tradiciones, liturgia, estilos y carisma. Lo que lleva al séptimo gran tema.

7. El reto de reorganizar la Curia y la Iglesia
La Curia son unas oficinas en Roma con algunos cardenales y, recientemente, algunas mujeres con cargos curiales.

La Iglesia, en cambio, incluye una red de obispos, parroquias, misiones, religiosos, diáconos y familias cristianas en todo el mundo, en los lugares más insospechados.

Ambas cosas, Curia y estructura eclesial, funcionan con notable ineficacia. La Santa Sede tiene un déficit de 87 millones de dólares, parece, pero eso se puede arreglar en pocos años con una gestión seria y ayuda de católicos que confíen en que las cosas se harán bien. El libro de la ex-embajadora norteamericana Mary Ann Glendon sobre el funcionamiento de la «corte papal», con su tremenda inoperancia, muestra la necesidad de cambios.

Mary Ann Glendon, nacida en Massachusetts en 1938, ha desempeñado papeles fundamentales en los tres últimos pontificados. En la imagen, durante una intervención de hace algunos meses en la facultad de Derecho de Harvard, donde fue profesora.
Opinión

Un libro para entender muchas cosas del trabajo en el Vaticano
En cuanto a la Iglesia universal, tiene como base a la parroquia, una estructura nacida en el siglo XVI, en Trento. Quizá no es una estructura caduca en el siglo XXI, pero va a necesitar transformaciones. Una persona que llega a una parroquia porque le interesa Cristo lo hace después de semanas tragando vídeos de youtubers religiosos por su cuenta. ¿Encontrará una buena acogida? Porque en la secta New Age donde estaba antes le trataban muy bien.

Cada vez hay más fieles que atender (aunque sean niños pobres del Tercer Mundo, que crecerán y tendrán móvil), pero cada vez hay menos sacerdotes. Se necesita más y más acompañamiento humano (no de ChatGPT ni de contestador automático) y la Iglesia tendrá que reorganizarse para ofrecerlo. Todo lo automatizado se valorará poco. Todo lo personal y directo, con humanos (incluyendo la música en misa) será valorado. Muchas personas que busquen a Cristo llegarán con sus heridas, que necesitarán ser sanadas. Y la acción misionera en territorios remotos, entre la población pagana, requerirá otros enfoques: las congregaciones misioneras, tal como están hoy, no podrán ofrecer mucho.

Siempre se compara a la Iglesia Católica con un enorme portaaviones o barco transatlántico al que le cuesta muchísimo maniobrar, enderezar su rumbo. Pedro, el Papa, sigue siendo el timonel que dirija esa operación, los motores se siguen alimentando del fuego del Espíritu Santo, pero el cambio va a requerir del esfuerzo de toda la tripulación. Si los católicos se consideran pasajeros, y no tripulación, el barco seguirá deteriorándose y haciendo agua.

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