Domingo XXXII Semana Tiempo Ordinario Ciclo B
En esta sociedad de consumo, todos, en alguna medida, deseamos “tener más” para ‘asegurar nuestra vida’. En el fondo, nos falta fe. El dar cristiano es siempre un acto de fe y confianza a Dios.
La viuda pobre dio de su indigencia todo lo que tenía para vivir. Si hacemos un esfuerzo más, alguien sufrirá menos ya que las ofrendas que damos por amor – nuestro tiempo, nuestro amor, nuestros bienes -, siempre sirven para ayudar a los más necesitados
Lectura del primer libro de los Reyes 17,10-16
En aquellos días, el Profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba». Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan». Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo pan cocido; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en una vasija, y ahora estaba recogiendo un poco de leña, para ir a prepararlo para mi hijo y para mí; comeremos y luego moriremos». Respondió Elías: «No temas. Prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un pan pequeño y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “El cántaro de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra”». Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni el cántaro de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios.
Salmo 145
ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR.
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R.
Lectura de la carta a los Hebreos 9,24-28
Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. Después aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Palabra de Dios.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12,38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la gente y les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de la viuda, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y puso dos monedas de poco valor. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Les aseguro que esa pobre viuda ha puesto en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, por ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor.